La noche fría y cerrada le había
sorprendido mientras volvía, exhausta de su largo día de agonía.
Las calles, teñidas de
amarillentas luces, apenas dejaban ver la figura que le esperaba, negra túnica
en pie, al final de la mazmorra en la que se encontraba caminando.
El miedo se había apoderado de
ella, pero sintió que seguir era la única opción.
Al pasar a su lado, notó como sus músculos se agarrotaban, y su
mirada cabizbaja en un principio, no pudo contener la voraz intriga de conocer
su rostro.
Debajo del negro gabán, unos
ojos penetrantes la miraron fijamente.
No tuvo tiempo.
Lo siguiente fue frío.
Foto: Luis Moya Texto: Bernard Bernard
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